Una propuesta fresca y estimulante
Los estudios Pixar están en plena forma. Lo certifica su última película de animación, “Dildo”, protagonizada por un rugoso cilindro parlante que se meterá en todo tipo de problemas junto a sus compañeros de cama.
“Dildo” explora la falta de comunicación entre el mundo adulto y el de los juguetes protagonistas, que genera oscuros malentendidos. Acostumbrado a vivir aislado del mundo real en su confortable agujero, Dildo recibe la inesperada visita de unas hermanas extranjeras, las bolas chinas, que se convierten en el nuevo juguete favorito de la habitación.
Convertido en un consolador sin consuelo, el protagonista intentará poner a todo el mundo en contra de las asiáticas, pero hasta a su fiel amigo Gel le resbala el tema.
Dildo se percata de que, de un tiempo a esta parte, se había desentendido de sus compañeros, que ahora no ven motivos para ayudarle. La veterana y sabia muñeca de plástico Tanya, desterrada en el cajón de las vergüenzas, le hará comprender que a la amistad también se le acaban las pilas.
Pero Dildo es un juguete de plástico duro, difícil de disuadir. Una mañana, mientras las bolas chinas chapotean en el recreo, Dildo aparece para recuperar sus antiguos dominios.
Los empujones acaban arrojándolos a todos al abismo tenebroso, y solo Tanya, Gel y el resto de colegas podrán ayudarles desde fuera encontrando el famoso anillo vibrador, que tiene la mágica habilidad de desplazar los objetos a distancia con sus poderosas ondas expansivas.
La nueva entrega de Pixar es, en definitiva, otro canto a la amistad que enseña a los más pequeños la importancia de superar prejuicios y aprender a quererse uno mismo.
Todo ello, articulado en una película vibrante, con personajes entrando y saliendo de escena todo el rato, y en la que el tiempo se desliza con tanta rapidez hacia los títulos de crédito que, al terminar, el espectador se queda con ganas de repetir.
Los estudios Pixar están en plena forma. Lo certifica su última película de animación, “Dildo”, protagonizada por un rugoso cilindro parlante que se meterá en todo tipo de problemas junto a sus compañeros de cama.
“Dildo” explora la falta de comunicación entre el mundo adulto y el de los juguetes protagonistas, que genera oscuros malentendidos. Acostumbrado a vivir aislado del mundo real en su confortable agujero, Dildo recibe la inesperada visita de unas hermanas extranjeras, las bolas chinas, que se convierten en el nuevo juguete favorito de la habitación.
Convertido en un consolador sin consuelo, el protagonista intentará poner a todo el mundo en contra de las asiáticas, pero hasta a su fiel amigo Gel le resbala el tema.
Dildo se percata de que, de un tiempo a esta parte, se había desentendido de sus compañeros, que ahora no ven motivos para ayudarle. La veterana y sabia muñeca de plástico Tanya, desterrada en el cajón de las vergüenzas, le hará comprender que a la amistad también se le acaban las pilas.
Pero Dildo es un juguete de plástico duro, difícil de disuadir. Una mañana, mientras las bolas chinas chapotean en el recreo, Dildo aparece para recuperar sus antiguos dominios.
Los empujones acaban arrojándolos a todos al abismo tenebroso, y solo Tanya, Gel y el resto de colegas podrán ayudarles desde fuera encontrando el famoso anillo vibrador, que tiene la mágica habilidad de desplazar los objetos a distancia con sus poderosas ondas expansivas.
La nueva entrega de Pixar es, en definitiva, otro canto a la amistad que enseña a los más pequeños la importancia de superar prejuicios y aprender a quererse uno mismo.
Todo ello, articulado en una película vibrante, con personajes entrando y saliendo de escena todo el rato, y en la que el tiempo se desliza con tanta rapidez hacia los títulos de crédito que, al terminar, el espectador se queda con ganas de repetir.