MARÍA FERNÁNDEZ - ElPaís (24/02/09)
Ni las pruebas de la fiscalía, ni los testimonios de los peritos de la Policía Científica, ni la confesión del propio acusado, que admitió haber asestado 57 puñaladas a dos jóvenes con los que acabó tras una noche de marcha, fueron suficientes para que un jurado popular condenase por asesinato a Jacobo Piñeiro por el crimen de la calle Oporto. Su reciente absolución ha causado estupor en Vigo, donde el tribunal del jurado de la sección 5ª de la Audiencia Provincial dio a conocer, el viernes pasado, el veredicto exculpatorio de los delitos de asesinato y hurto, condenando al acusado por el de incendio. Un mazazo para los familiares de las víctimas.
Ocurrió hace dos años y medio, un 12 de julio. Esa mañana Jacobo Piñeiro llegó a la ciudad desde Cangas, donde residía, para pasar un día de juerga en el Strong, uno de los after más radicales del centro. Había consumido "varios gramos de cocaína y cubatas de whisky". Allí conoció a un camarero, Isaac Pérez, con quien se iría sobre las cuatro de la tarde hacia su piso. Isaac, de 27 años, vivía con el brasileño Julio Anderson Luciano, de 32.
En la vivienda, Isaac y Jacobo se encerraron en una habitación toda la tarde y siguieron consumiendo coca. Julio se presentó sobre las nueve y media con más amigos, que se marcharon sobre la una y media.
Jacobo asegura que Isaac se le presentó a las cuatro de la madrugada, desnudo, con la intención de acostarse con él y que él lo rechazó. Ante la negativa, "volvió con un cuchillo y se abalanzó sobre mí", dijo durante el juicio para justificar que actuó en defensa propia. Según su versión, le quitó el arma y le propinó las dos primeras puñaladas en el vientre y en el hombro. Después vendrían otras 33. Su compañero corrió suerte parecida. Recibió 22 puñaladas, algunas por la espalda, "la mayoría innecesarias para la consecución de su muerte, aumentando deliberada e inhumanamente su sufrimiento", según consta en el escrito de la fiscalía. Isaac en un momento intentó encerrarse en su habitación para llamar a la policía. No pudo. El ahora absuelto dio una patada en la puerta y le quitó el móvil antes de apuñalarlo repetidamente en la cara.
Una vez muertos, Jacobo permaneció en la vivienda hasta las nueve de la mañana buscando algo con que prender fuego. Se duchó y tapó sus heridas con una bolsa -tenía un corte en la palma de una mano, una brecha superficial en la cabeza y otra en las piernas-. Cerró las ventanas, abrió el gas, plantó cinco focos, [dos de ellos encima de los cadáveres] y se fue. No sin antes llevarse en una maleta todo lo que encontró de valor. Para el Fiscal y la acusación particular, todo fue "pensado y calculado fríamente" con el propósito "de hacer creer que sus víctimas habían sido objeto de un robo violento".
Una conducta que no puede tener justificación en la legítima defensa porque "Jacobo estuvo varias horas en el piso tras el crimen y causó intencionadamente un incendio para borrar los indicios de lo que había hecho con un comportamiento despiadado". Para la defensa actuó movido por "un miedo insuperable a ser asesinado y violado, víctima del pánico, fuera de sí dado el estado de intoxicación en el que se encontraba".
Haciendo uso de su derecho a la última palabra durante el juicio, el acusado dijo estar "arrepentido de todo". Tras reconocer que acuchilló a las víctimas y pedir perdón a su familia (tiene un niño de pocos meses) aseguró entre lágrimas que la culpa no fue de nadie: "Es culpa de cómo soy". Esa fue la puntilla que caló en el jurado, compuesto por siete mujeres y dos hombres. Tres de sus miembros lloraron al escucharlo. Poco después absolvieron a Piñeiro por siete votos contra dos. Tomás Santodomingo, abogado de Marta, la madre de Isaac, no sale de su asombro. "Se trata de un asesinato en toda regla, si la víctima hubiera sido una mujer el resultado habría sido distinto". Piensa que Jacobo es un homosexual vergonzante, ya que nunca reconoció haber mantenido relaciones con ninguno de los dos hombres. Ahora sólo espera que por el incendio le caiga la máxima pena, hasta veinte años de prisión, y que el Tribunal Superior de Xustiza de Galicia escuche su apelación.
Desde que anoche leí el veredicto lo estoy flipando. Para empezar, parece ser que para el jurado la homofobia no sólo no es un agravante, sino un atenuante. Como si los viera:
-¿Pero cómo vamos a condenar a este hombre? ¡Iba a ser violado!
-¡Tenía derecho a defenderse!
-¡Y encima lo iba a violar un maricón, qué asco!
-¿Uno? ¡De eso nada, eran dos!
-Nada, nada, lo absolvemos...
Por no hablar de lo estupendo de la idea de los jurados populares y su sobrada capacidad para meter la pata y desatar pasiones sensacionalistas. Recordemos si no la que liaron con Dolores Vázquez en el Caso Wanninkhof.
Y es que, como propone una lectora de ElPaís, se trata de sustituir a alguien capacitado para algo -que ha estudiado una carrera se ha preparado (y ha aprobado) unas oposiciones y tiene experiencia- por otra persona elegida al azar y ver qué pasa.
Sigo su ejemplo y propongo sustituir a los equipos de cirujanos de cualquier hospital que se precie por un equipo popular para hacer operaciones (de cataratas y neurocirugía sobre todo).
¿Alguna otra propuesta?
4 comentarios:
Me parece super fuerte..!
Este país se está convirtiendo en el paraíso de los asesinos, los violadores y toda esa calaña... Total, con la mierda de justicia que tenemos...
Yo es que nunca entendere lo de los jurados populares, como pueden poner una decision tan importante como juzgar a una persona en manos de personas que no tienen ni idea de leyes. Yo creo que es una responsabilidad demasiado grande.
Es los jueces con toda la formacion que tienen y muchas veces dan sentencias que te quedas flipando, con que gente sin formación jurídica y totalmente influenciable por los medios de comunicación, que no hará!!
Y si la homofobia es un atenuante, pues ya ¡¡apaga y vamonos!!
Pues no, no se entiende cómo han podido absolverlo. Qué mierda de jurado, hay fotos de esta gente?.
57 puñaladas y al pobre lo querían violar?. Es vergonzoso, esperemos que le hagan justicia a este hijo de la gran puta por muy santa que sea su madre. Si basta verle la cara al muy cabrón!
Y quién seleccionó a este jurado de mierda?.
Mejor no sigo.
Un saludo
Esa mañana Jacobo Piñeiro llegó a la ciudad desde Cangas, donde residía, para pasar un día de juerga en el Strong, uno de los after más radicales del centro. Había consumido "varios gramos de cocaína y cubatas de whisky". Allí conoció a un camarero, Isaac Pérez, con quien se iría sobre las cuatro de la tarde hacia su piso.
Yo no digo ná.
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