Mujeres que aman a mujeres

No me lo puedo creer, no me lo puedo creer, no me lo puedo creer...

Nos hemos enterado de que aquí, en nuestro Badajoz querido, se celebra un ciclo de cine lésbico. El evento en cuestión está organizado por FanCineGay y servicio PLURAL, colaborando extremadura entiende, una asociación de nuevo nacimiento y al que desde aquí transmitimos toooodo nuestro apoyo.

Pues eso chicas, que todos los viernes a las 21:30 h tenemos sesión de cine bollo en el COC.

Ser o no visible...

En realidad el ciclo de cine se abrió el viernes pasado con un monólogo de Cristina Castillo. ¿Y qué paso? Como frikibollo y plumas tenían "otros compromisos" y las supremas (las que aparecen en nuestro chikibollo) estaban embriagadas de fama y más perdidas que mi madre en el Arrabal, finalmente quedamos polibollita, la vecina del quinto y yo, que allá fuimos.

Aquella noche polibollita decidió darse un baño de espuma aromatizada, ponerse los tacones que estaban guardados en el segundo estante del armario del trastero del vecino de dos edificios más allá y pintarse con el maquillaje que tenía en su casa del pueblo, por lo que tuvo que ir y volver. En resumen, que tardó tanto en llegar, que ocurrió lo que la vecina del quinto y yo temíamos: el garito estaba petado de bollería fina y nos quedamos sin sitio. Peeeeeeeeeeeeero, allá a lo lejos, ¿qué se divisaba? ¡¡no me lo puedo creer!! ¡sííí! Tres silloncitos, cómodos y libres. El único inconveniente es que estaban justo debajo del escenario, pero a riesgo de partirnos el cuello o quedarnos algo sordas en el caso de que a la monologuista le diera por gritar "soy lesbiana" (cosa que ocurrió), allá que aposentamos nuestras fantásticas posaderas.

Nota mental.- Polibollita llegó con vaqueros y camiseta: lo de los tacones

y el maquillaje ha sido mera especulación de mi persona.

El monólogo llegaba a su fin. Después habría fiestecilla, pero no pensábamos quedarnos: la vecina del quinto y yo madrugábamos al día siguiente para churruscarnos en la playa y, además, de todos es sabido que nosotras tres somos mú "poco visibles" en los ambientes bolleriles y vivimos de la discreción. Así pues, esperábamos a echarnos las últimas risas con los buenos puntos de aquella mujer para emigrar a nuestras bollocuevas.

Pero llegó lo peor...

De repente, la monologuista comienza a bajar las escaleras y a mirar entre el público. Fue entonces cuando entendimos por qué los primeros cinco silloncitos estaban extrañamente libres antes de empezar la actuación. Cometimos un error y pagaríamos por ello... Tragamos saliva. Una a una, doña Cristina comenzó a sacar a nuestra visible fila. Yo, en mi sitio, rezaba a las diosas del culo sentao para que sólo necesitara a tres personas o como mucho a cuatro (cariño, lo siento), mientras la vecina del quinto maldecía el uso masivo de las cámaras digitales y polibollita se encogía tanto en su sillón a medida que salían las otras chicas, que casi dejé de verla.

¡Ay mama!... Tengo miedo.

Cegadas por la luz del escenario, nos vimos terminando la noche del viernes alzando pancartas con mensajes como "somos buenas personas" (supongo que las esposas de satán no cuentan), "no tenemos vagina bifocal" (tendré que mirármelo) o "no somos del planeta Kúrpito" (aunque polibollita sea de otro más pa'llá). No puedo aportar más información sobre el resto de los carteles ni sobre los gritos reivindicativos vitoreados por el público, ya que las tres estábamos demasiado ocupadas en intentar escondernos detrás de las pancartas mientras golpeábamos tres veces los talones para volver al país de los armarios...